Mi decisión de vivir desde la autenticidad no fue una elección sino una necesidad en un momento de mi vida en el que tomé el compromiso de replantearme todo lo vivido para conseguir descubrir quién era realmente. En este viaje, entendí que ser auténtica no es solo ser fiel a mí misma, sino también honrar mi voz interior y darle espacio para resonar en el mundo.
En ese momento crucial, me di cuenta de que necesitaba algo más que ser un personaje creado a través de la aprobación de la mirada de los demás; necesitaba vivir en coherencia con mis valores, sueños y talentos.
Este compromiso profundo conmigo misma no fue un camino fácil; implicó enfrentar miedos, desafiar expectativas externas e internas y soltar muchas cosas que creía que necesitaba en mi vida.
Desde el inicio en mi viaje hacia la autenticidad, comprendí que ser verdaderamente yo misma implica más que simplemente existir; es una dedicación consciente a cultivar mi esencia única, explorar mis talentos y trazar una estrategia clara para potenciar lo mejor de mí.
Cada decisión de ser auténtica en mi vida fue un paso hacia una libertad que no conocía. Descubrí que, al liberarme de las expectativas externas y permitirme ser genuina, pude conectarme más profundamente conmigo misma y a la vez con los demás.
La autenticidad se convirtió en mi guía a través de las tormentas, recordándome que mi verdadero poder reside en abrazar mi singularidad.
El proceso de autenticidad es un constante renacer, un volver a descubrirme y redefinirme y en cada desafío, intento encontrar una oportunidad para crecer. He aprendido que la autenticidad no solo es un regalo para mí, sino también una inspiración para aquellos que buscan su propia verdad.
Hoy, en cada acción que tomo en este viaje, siento una renovada conexión con mi esencia. Cada paso es una afirmación de mi compromiso con la autenticidad, y sé que este viaje continuará, guiándome hacia una versión más auténtica y plena de mí misma.
La autenticidad no es solo un destino, sino una elección diaria que transforma mi vida.
Vivir desde la autenticidad implica un trabajo constante de crecimiento personal porque reconocer y abrazar nuestras luces y sombras no es tarea fácil. Se trata de identificar las áreas de mejora, de trabajar en minimizar aspectos que no nos benefician y nutrir nuestro potencial innato.
La autenticidad no es complacencia; es un compromiso con la mejora continua y el mapa que me guía hacia una versión más auténtica y poderosa de mí misma.
No surge de la nada; se construye a través de acciones deliberadas y decisiones conscientes.
Cultivarla requiere tanto autorreflexión como acción planificada. No es estática ni un destino final, sino un camino que elijo recorrer con intencionalidad de manera veraz.
La autenticidad es un regalo que me doy a mí misma.
Cada elección valiente, contribuye a forjar la mujer auténtica que soy hoy y cada paso que doy en coherencia con mis valores, es una celebración de quien soy realmente.La autenticidad, no es solo un objetivo; es la esencia misma de mi existencia. Y así, con cada día que pasa, me acerco más a la versión más auténtica y plena de mí misma.
Si algo he aprendido en este viaje, es que ser auténtica no solo mejora mi vida, sino que también inspira y da permiso a otros para que hagan lo mismo. Mi autenticidad no solo es un regalo que me doy a mí misma, sino también una luz que ilumina el camino para aquellos que buscan la valentía de ser auténticos en un mundo que a menudo exige vivir con una máscara.
La fotografía, ha sido mi aliada en este viaje y se ha convertido en un espejo de mi autenticidad. Capturando momentos, descubrí que cada imagen narraba mi mirada sobre la vida y mi compromiso con ser yo misma. Mis sesiones fotográficas se han convertido en un recordatorio visual de quién soy.
La fotografía se ha vuelto mi voz.
Fotográficamente y literariamente vuestra,
La fotógrafa sensible